Soy matrona. Recuerdo el parto de una mujer que dio a luz un bebé de 22 semanas. No tenía posibilidades de vivir, aunque nació vivo. Era la primera vez que atendía a unos padres que iban a tener un bebé tan prematuro. Ni en la formación como matrona ni después, nos hablaron de esto. En el hospital no había ningún protocolo de actuación ante esta situación. Cuando nació, con vida, pusimos el cuerpo del bebé en una bandeja metálica y lo llevamos al cuarto de estar de las matronas. Recuerdo que pasábamos de vez en cuando a ver si había fallecido. Aquella experiencia la recuerdo con tristeza. Ese bebé hubiera muerto mejor en los brazos de sus padres. No les ofrecimos a ellos esta posibilidad. Pero a los padres les hubiera ayudado y a los profesionales que les tendimos también.