Esta semana, con #PerderUnHijo como hashtag, entrevistamos al autor de Donde la palabra calla, de editorial Grijalbo, libro que escribió junto con su esposa Alicia Schineider, tras la muerte de su hijo Nicolás (07/01/2016)
«Nosotros éramos una familia como tantas, quizás como la tuya. Gustavo, dos hermosos hijos, Nicolás y Luciana, y yo. Vivíamos con alegrías, proyectos y altibajos comunes a todas las familias. Pero un día Nicolás, de 18 años, fue al cumpleaños de un amigo y murió en un accidente. Atravesé, al igual que toda la familia, esa noche oscura y sentí la desesperanza y el miedo a toda una vida sin sentido, en una especie de nada eterna que terminaría con mi muerte», escribe Alicia Schneider, en una descarnada confesión de una madre a la que le duele el corazón.
Atravesar por semejante experiencia transformó su vida y la de su marido, el neurocirujano Gustavo Berti, para siempre. «No tiene sentido intentar volver a ser la persona que eras antes de perder a tu hijo. Esa persona ya no existe más», detalla el padre. Esta pareja cordobesa decidió atravesar su duelo como una experiencia transformadora. Después, llegó la hora de compartir eso que habían aprendido con los demás. Entonces formaron el grupo «Renacer», que nuclea a padres que perdieron a sus hijos.
No existe un término para nombrar la muerte de un hijo. ¿Qué se puede decir del significado de semejante pérdida?
-La muerte de un hijo es la crisis existencial más severa por la que un ser humano puede atravesar. Nada de lo previamente vivido es suficiente para enfrentarse a esta situación límite. Nunca la pregunta por el sentido de la vida se hace tan acuciante. Encontrar el sentido que yace latente en la tragedia es el gran desafío. Y es solo a través de una profunda transformación interior que éste se encuentra, haciendo así posible acceder con entereza a una vida plena y valiosa. No existe una palabra que de un nombre a la muerte de un hijo, de aquí el título del libro. Esta ausencia nos obliga a pensar más allá de lo pensado, a explorar nuevos territorios. En este desafío nos adentramos en busca de un sentido tan valioso que vaya más allá del mero transitar un duelo como respuesta a la pérdida, y nos conduce a afirmar que un hijo que muere merece de sus padres ese proceso de profunda indagación existencial y transformación interior.
-¿Qué pierde la persona que pierde un hijo?
-Nada se pierde, todo se transforma, profundamente. Ningún padre puede volver a ser la misma persona luego de perder un hijo. La vida como la conocíamos y concebíamos ya no existe. Nos damos cuenta que, frente a lo que no podemos cambiar, siempre somos responsables de nuestra actitud al enfrentarnos a lo que nos pasa. Su vida y su partida nos dan la posibilidad de descubrir en nosotros una ampliada, reconfortante y fortalecedora capacidad de compasión hacia el otro que sufre.
-¿Para ustedes existió una vida antes y otra después de Nicolás?
-Absolutamente. Nosotros éramos una familia como cualquier otra, con proyectos comunes a la mayoría de las personas, pero con un fuerte compromiso social y la ilusión de lograr un país mejor para nuestros hijos. La partida de Nicolás, en esta acuciante búsqueda de sentido, nos llevó a un profundo proceso de reasignación de valores, y ese compromiso que siempre estuvo se tradujo en la necesidad de ayudar a otros en su momento de sufrimiento, creando así Renacer, el primer grupo de ayuda mutua de padres que enfrentan la muerte de hijos. Esto significa que somos, una vez más, responsables de cómo será ese «después» de la partida.
-¿Qué es necesario dejar atrás y qué es importante no dejar ir tras la muerte de un hijo?
-Es imprescindible darse cuenta de que nuestra vida ya no puede ser como antes, hay que dejar ir esa parte de nosotros que ansía que todo siga igual. Darse cuenta de que somos nuevas personas, tanto del punto de vista existencial como social, cultural y aún político. Lo que no debemos hacer es permanecer en el dolor lacerante del momento en que el hijo muere y la forma en que lo hace. Lo que sí debemos hacer, es rescatar el recuerdo siempre presente de esos amados hijos del dolor y resignificarlo en el amor, que es lo que damos y daremos siempre en su nombre.
-Cuando conocen a alguien que vivió lo mismo que ustedes, ¿qué es lo primero que le dicen? ¿Qué es lo que esa persona necesita escuchar?
-Cuando deseamos ayudar a quien ha pasado por esta tragedia, lo más importante es la actitud con la enfrentamos esta tarea: es necesario mostrar serenidad y templanza, a la vez que empatía y compasión. La paz y el amor se notan tanto en la mirada como en el lenguaje corporal con el que se lleva la frente alta y con dignidad, y que demuestran, sin que medie palabra alguna, que se puede seguir viviendo plenamente. Los padres necesitan primero ser recibidos con un fuerte abrazo, en el que está implícito el ser uno y ambos a la vez, lo que permite darse cuenta que no son los únicos en sufrir esta pérdida; luego escuchar que no solamente se puede encontrar sentido en la misma sino que se puede ser nuevamente feliz, pero con una felicidad sustentada en una profunda resignificación de valores. Desde un punto de vista existencial les decimos que el sufrimiento es inevitable pero que deben elegir entre atravesarlo con dignidad o miserablemente y que a través del tiempo no es lo mismo uno que otro.
-¿El dolor puede transformarse en algo positivo?
-Definitivamente. Viktor Frankl dice que el sufrimiento hace al hombre lúcido y al mundo transparente. Nosotros podemos aseverar que adquirimos una visión nueva de la realidad, no teñida por prejuicios o ideologismos, que nos permite orientarnos hacia aquellos valores específicamente humanos como el amor, la solidaridad, el respeto y la compasión, lo que nos hace acercarnos más a lo que debe ser el hombre.
Fuente: http://www.lanacion.com.ar/1858009-gustavo-berti-la-muerte-de-un-hijo-es-la-crisis-existencial-mas-severa-por-la-que-un-ser-humano-puede-atravesar
A continuación, añadimos una reseña del libro escrita por Pilar Gómez-Ulla Astray
CUANDO LA PALABRA CALLA. Reflexiones sobre la muerte de un hijo. Un camino de transformación interior.
Autores: Gustavo Berti y Alicia Schneider. Editorial Grijalbo. 2015.
Gustavo y Alicia tenían 47 y 42 años y vivían en Río Cuarto (provincia de Córdoba, Argentina) cuando su hijo Nicolás, de 18 años, muere en un accidente. Cuentan en el libro esta experiencia, y también relatan el camino que hacen como personas, como pareja, como padres de Luciana (15 años por entonces) hasta levantarse de su dolor, y salir en busca de otros padres con hijos fallecidos para ofrecerles un espacio de escucha y consuelo donde recobrar juntos la dignidad y el sentido. Ponen en marcha los grupos RENACER, que se expanden enseguida por Argentina y por otros países.
Se definen como un grupo de ayuda mutua, donde los padres van a recibir (apoyo, escucha, consuelo) pero también y sobre todo acuden a dar AMOR, en nombre de sus hijos.
SÉ LO QUE SIENTES
El libro empieza con un escrito de Alicia Schneider-Berti “Sé lo que sientes” que quiere llegar al corazón de los padres para empujarlos a tomar las riendas de su vida y de su dolor, y que de algún modo es un resumen, un adelanto, un mirador desde el que divisar todo el contenido desgranado que vendrá después en los siguientes capítulos. He elegido algunos textos que me parecen esenciales de esta carta.
“Puedes caer en la tentación de tener la perfecta excusa para abandonarlo todo. O elegir diversas formas de aturdimiento para no pensar, esperando que pase el tiempo y con él disminuya tu dolor, como trabajar hasta caer exhausto o ingerir “pastillas mágicas”. Pero tarde o temprano te darás cuenta de que debes comenzar de nuevo. Cuando antes te hagas cargo de esta realidad, más pronto comenzará tu nueva vida”.
“Puedes optar porque tu hijo, a través de su vida y de su partida, sea quien te muestre e invite a transitar nuevos caminos, maravillosas dimensiones de desarrollo de tu ser. No todo se agota en la experiencia de dolor. Descubres tu verdadera fortaleza, tu profunda compasión. Tu expandida capacidad de amar. Y esto es simplemente maravilloso. Pero tú eliges. Una cosa es lo que te pasa y otra muy distinta es qué haces tú con esto”.
“Descubres que más allá de tu mismo está el otro, alguien que comparte tu experiencia de vida, tu dolor y quizá también la búsqueda de sentido en esta nueva vida, en este “después”. No eres el único que sufre. Extendiendo tu mano al otro en gesto fraterno y solidario, descubres un manantial inagotable de amor que necesita brindarse. La herida se suaviza y en la sonrisa esperanzada del otro encuentras un sentido a tu sufrimiento. Caminas con la frente alta, llevas tu sufrimiento con dignidad porque tu hijo lo merece”.
“Él ya no está en el pasado, allí permanecen atesorados los recuerdos amorosos. Tu hijo está en el futuro, es un valor supremo hacia el cual te sientes atraído. Está en el presente porque eliges dedicarle cada uno de tus actos compasivos, tus actos de amor cotidianos. Te propones vivir el presente en plenitud, sabiendo que aún tienes mucho para hacer y mucho para dar. Tu hijo merece tu mejor esfuerzo”.
LA EXPERIENCIA DE ESTE MATRIMONIO Y LOS GRUPOS RENACER
El resto del libro sigue con el relato de la muerte de su hijo, escrito mano a mano por ambos padres. Los demás capítulos los redacta en primera persona Gustavo. Cuando explica el trabajo de los grupos Renacer dice:
“¿Qué vas a dar en recuerdo de tu hijo? ¿Dolor, llanto, tristeza, enojo, bronca, rabia? La respuesta invariable era “Amor”. Así podemos decir que nuestros hijos no se fueron en vano y que son ahora nuestros maestros.”
“Renacer no debe ser sólo un lugar donde se va a buscar ayuda. Es un espacio al que vamos a dar lo mejor de nosotros en nombre de todos los hijos que, con su partida, contribuyeron a despertar espiritualmente a sus padres y los ayudaron a transformarse en seres solidarios y compasivos, receptivos al dolor de los que sufren”.
“Decidimos desde el primer día que la tarea del grupo debía ser llevada a cabo con nuestros recursos. Es muy fácil hacer cosas con dinero de terceros, pero se convierte en un pobre homenaje a nuestros hijos”.
Viktor Frankl y su propuesta de la logoterapia están en la base de los grupos Renacer. Este psiquiatra superviviente de los campos de concentración nazis escribió cómo en el campo de concentración tenían la libertad de elegir (en esas condiciones tan dramáticas de falta de libertad) cómo iban a encarar la circunstancia de su vida. Y cómo muchos se levantaban sobre su dolor para aliviar el dolor ajeno y promover que otros también se decidieran a dar a su vida en el campo un sentido de bien, de amor, de verdad.
El libro recoge también concreciones de su recorrido en Renacer, palabras para los abuelos, tíos, amigos, novios… de los hijos fallecidos, así como cartas de padres, y sugerencias de trabajo.
MI VALORACIÓN
He encontrado este libro inspirador, esperanzado, real, vital… Por un lado coincide su experiencia con la de Viktor Frankl y con la nuestra porque en medio del dolor que no hemos elegido nos vemos caminando. No podemos esperar a estar “curados” para caminar, ni a “tenerlo todo claro, estudiado, planeado”. Así las personas en la Red el Hueco de mi Vientre estamos eligiendo cómo vivir nuestro dolor, cómo ir al encuentro de otros, cómo cambiar cosas que pueden mejorarse para que otros sufran menos en circunstancias que a menudo no podemos cambiar. Especialmente me interesa la nula autocompasión de los autores. En mi experiencia ese “sentirnos víctimas” acaba a veces en “autocomplacencia” porque a la víctima “se le justifica todo”. La mirada adulta y responsable de este libro me parece estimulante y más fecunda para que nosotros, los padres dolientes, abandonemos la queja que nos agota y gastemos nuestras energías en aportar al mundo el hermoso legado que puede resultar la vida y la muerte de nuestros hijos. Me interesó también mucho el énfasis en la libertad, ese que en el enfoque de la logoterapia tan bien describe Viktor Frankl. El hombre como ser libre, responsable y consciente, guiado por la búsqueda de sentido.
Muy recomendable.