Desde Venezuela:
Hace unos días enterramos a Stephanie. Tenía año y medio. Es la niña que aparece sentada en la foto junto a uno de sus hermanos. Murió por hambre en uno de los países con más recursos naturales del mundo. El dolor de la familia y de la comunidad se ahondó porque la burocracia estatal obligó a que su cuerpecito estuviese cinco días descomponiéndose en la barraca en la que vivía junto a su mamá y los otros niños que se ven en la imagen.
La falsa conciencia burguesa no se sentirá interpelada por este asesinato, diluyendo su responsabilidad en la inconsciencia de los progenitores de Stephanie por haber tenido demasiados hijos. Sin embargo, en la muerte de Stephanie todos, especialmente los cristianos del bien-estar, tendremos que dar cuentas ante el Señor Juez de la historia. Mientras transportábamos el féretro blanco de Stephanie al cementerio en un automóvil prestado, no podía dejar de pensar en que sus famélicos restos nos evidenciaban dos mentiras asesinas y una gravísima omisión.
El primer engaño es el cometido por la narcodictadura chavista que ha frustrado las esperanzas de tantos empobrecidos venezolanos, manipulando su rabia por tantas injusticias padecidas para atornillar en el poder a grupos delictivos que están saqueando Venezuela en proporciones nunca vistas.
El segundo engaño es el del sistema capitalista, que domina el mundo desde hace más de un siglo y que solo se ha interesado por esta patria hermosa para saquearla, apoyándose en la oligarquía criolla, generando índices de desigualdad y explotación asombrosos. Es el mismo imperialismo internacional que ahora se quiere presentar como solución con los espejismos de siempre: «Inversión extranjera, acceso al crédito, competitividad…», pero que solo significan barra libre para comprar lo poco que queda de Venezuela a precio de gallina flaca. Pero a Stephanie también la mató una omisión. La de los católicos. Los de aquí y los de allá, que apenas hemos cultivado la caridad política, a pesar de que el Magisterio no se cansa de exigirla.
Es evidente que mayoritariamente nos hemos dejado permear por un espiritualismo escapista neoprotestante. Preferimos una fe acomodaticia y tranquilizadora antes que la militante, la que se trasluce en las bienaventuranzas.
El resultado está ahí: miles, cientos de miles de Stephanies sacrificadas cada día. Ten misericordia, Señor. Perdóname, Stephanie.
Carlos Ruíz. Misionero en Venezuela perteneciente al Movimiento Cultural Cristiano.
Fuente: www.solidaridad.net