La experiencia nos dice que, paradójicamente, cuanto más se implica el profesional menos se quema porque se sitúa ante un sujeto en el que reconoce, signos, síntomas y disfuncionalidades, pero también capacidades, estrategias y valores. Ello provoca que el encuentro terapéutico sea más intenso, pero también que el profesional salga fortalecido por lo mucho que puede incorporar de la riqueza del otro. En definitiva, la comunicación en el ámbito sanitario puede ser un arte que plenifique a las dos partes (Barbero J. El derecho del paciente a la información: el arte de comunicar; 2006)
Albert Mehrabian (1972) establece que el impacto de un mensaje corresponde en un 55% a las señales y a los gestos, un 38% a los aspectos paralingüísticos y tan sólo un 7% a los componentes verbales. En una conversación cara a cara, un 65% del impacto correspondería a la comunicación no verbal y un 35% a la comunicación verbal.