A nuestro «ángel» del cielo. Carta a mi hija

Carta a mi hija,
Fue mucho tiempo de búsqueda, de incertidumbre, de miedo y de desesperanza en el que los tratamientos nos llevaron a creer que nunca lo conseguiríamos y cuando habíamos perdido casi toda la ilusión y nos empezábamos a intentar imaginar un futuro diferente al que siempre habíamos soñado, llegó el inesperado momento, el momento de “enhorabuena, ésta vez sí”. Salimos de ésa consulta ilusionados, felices por la noticia, casi incrédulos de lo que nos estaba pasando y también con miedo…miedo a perder ésa ilusión y alegría que nos invadía en ése momento.
La noticia se recibió a nuestro alrededor como quien recibe un ramo colorido de flores. Las personas más cercanas sabían lo que significaba para nosotros y aunque a partir de ése momento el camino no fue un camino de rosas (no entendía cómo la gente podía decir que el embarazo era un estado tan bonito cuando yo, realmente, me encontraba tan mal que me sentía enferma; nauseosa, dolorida, cansada, con miedo a todo…) también tuvimos momentos muy felices.

«Y aunque no estés, estás»

Papá estaba pleno, se le veía feliz, siempre pendiente de cómo estábamos, deseando llegar a casa del trabajo y a medida que ibas creciendo y la barriga se hacía más prominente, no paraba de acariciarla deseando llegar a sentir algún día una de esas “pataditas” de las que la gente habla.
Él te hablaba mucho, todos los días, te besaba a través de la barriga, te daba los buenos días y las buenas noches…sin embargo, yo apenas te hablaba, me sentía muy rara hablándole a mi barriga. Tenía miedo de involucrarme demasiado y que no hubiese un final feliz y simplemente iba dejando pasar los días, cuidándome más que nunca, pero sintiéndome un poco ajena a que “estaba embarazada” y que seguías creciendo rápido dentro de mí.
Y de repente un día los miedos fueron en aumento cuando empecé a tener un pequeño manchado. Consultamos en varias ocasiones, pero en todo momento nos dijeron que estabas bien y que el embarazo seguía adelante. En una de esas visitas nos dijeron que eras una niña y ése momento fue muy especial porque papá y yo pudimos verte los dos juntos (algo que no ha sido muy habitual en medio de ésta pandemia) y nos alegramos mucho…
Decidimos ponerte tu nombre de niña y empezamos a soñar contigo, con tu carita, con nuestro futuro. Un futuro que se vio truncado un día con la peor de las noticias que podíamos recibir porque aunque tú estabas bien dentro de mí, la bolsita que te protegió durante todos esos meses se había roto y el líquido que te nutría y hacía que te desarrollases se estaba perdiendo. La peor noticia que pude recibir en aquella consulta de urgencias, sola, porque a papá no le dejaron entrar hasta un rato después, sin medias tintas, de una manera fría y directa, desamparada hasta que papá llegó y me pudo abrazar y aunque no había consuelo para ninguno de los dos, nos teníamos el uno al otro.
A pesar del riesgo de infección que yo corría en ése estado, decidimos esperar, esperar más bien un milagro, pero esperamos que con reposo, antibióticos etc. todo se solucionara y ésa pérdida de líquido parase porque al final, tú seguías bien.
Te veía en cada ecografía, cómo te movías, cómo tu corazón latía y pensar que el final no podía ser bueno me partía el corazón. Hasta que llegó ésa última ecografía, a las 20 semanas de gestación, en la que te vi por última vez, como te había visto en las otras, pero ésa fue la última…sin nada de líquido, ya no había más motivos para esperar y entonces tuvimos que tomar la decisión más dura de nuestras vidas; interrumpir el embarazo. Y sin tener la más mínima idea de lo que iba a pasar a partir de ése momento, papá y yo, nos fundimos en un abrazo y lloramos sin consuelo y te pedimos perdón por lo que habíamos decidido, a pesar de que sabíamos que no había otra opción posible.
Entonces yo pregunté qué iba a pasar, porque tenía miedo, y me dijeron que no me preocupase, que me tenía que tomar unas pastillas y en unas doce horas empezarían a hacer efecto. Calculé el tiempo y pensé “uf…va a ser en medio de la noche…” y sentí más miedo aún. Me acosté a las doce de la noche y a las tres de la madrugada me desperté con un ataque de ansiedad. No sabía lo que me pasaba y pensé que quizás era el efecto de la medicación, que empezaba… Papá avisó a las enfermeras y al explicarles mis miedos y cómo me sentía me tranquilizaron y me dijeron que ésa noche no iba a pasar nada, que ésas pastillas eran una preparación y que hasta el día siguiente no iba a sentir nada más. Me dijeron que las ginecólogas me pondrían unas pastillas vaginales y a partir de ahí ya preguntase todas mis dudas. Me tranquilicé y me dormí.
Y llegó el día siguiente, me pusieron las pastillas, me explicaron que empezaría con contracciones y que me iban a poner unos analgésicos para el dolor. Y comenzaron las contracciones y el dolor, a pesar de los analgésicos…un dolor desgarrador, como nunca antes había sentido… Un dolor que se vio acompañado del cariño de la enfermera que me atendió y se sentó a mi lado en la cama, acariciándome la barriga y dándome la mano mientras yo lloraba. Ella me iba explicando todo lo que iba a pasar y lo que ella iba haciendo y me sentí protegida, acompañada…me sentí afortunada de tenerla en ésos momentos. Entonces cuando sentí que estabas a punto de salir le pidieron a papá que saliese de la habitación y después todo fue muy rápido. Tenía mucho miedo y dudaba si verte, era o no, una buena opción porque no quería tener una imagen para el recuerdo que me generase miedo. No sabía a lo que me enfrentaba y me imaginaba tu cuerpo sin formar lleno de sangre y restos de una manera traumática. Cogí la mano de la enfermera y le pregunté si creía que te debería de ver, me dijo que eso era algo muy personal y yo le contesté que tenía miedo…ella me dijo; “si tienes miedo no la veas…”y eso hice. Noté cómo saliste de mi cuerpo, noté el cordón umbilical que nos unía sobre mi muslo y con mucha delicadeza la enfermera me fue explicando todo lo que iban haciendo y lo que iba a ir pasando a continuación, como había hecho anteriormente.
Cuando papá volvió a entrar en la habitación nos fundimos en un abrazo. Estaba exhausta, como flotando, probablemente efecto también de la medicación. Sólo tenía ganas de dormir, cerrar los ojos y dejar que mi mente saliese de aquella situación. Aún así, no lo hice.
Nos hablaron de la asociación y de una matrona que en ése momento estaba de guardia y nos ofrecieron la posibilidad de hablar con ella. Al principio yo no entendía para qué ya que no era consciente del beneficio que me iba a hacer y pensaba que nadie, me dijese lo que me dijese, me podría aliviar tanto dolor. Nada más lejos de la realidad, la charla con ella nos hizo mucho bien…tanto que fue un punto de inflexión para todo lo que vino después.
La salida del hospital fue muy dura y tengo la imagen de papá grabada, sosteniéndome con un brazo y con el otro llevando una bolsa con nuestras pertenencias. Una imagen muy diferente a la que yo me había imaginado previamente y eso me hizo volver a llorar. Pregunté si tenía que anular la cita de la próxima ecografía programada porque era la siguiente semana y me dijeron que no ya que se anulaba directamente. Al cabo de unos días me llamaron para recordarme la cita y al explicar por qué no iba a acudir, la secretaria me pidió perdón varias veces. Yo entiendo que para ellos es simplemente una cita, pero para mí fue mucho más, fue recordar que dentro de mí ya no estabas, fue volver a sentir el hueco de mi vientre porque aunque suene a algo simbólico, ése hueco se siente de forma literal.
Los primeros días sin ti, dentro de mí, fueron desgarradores. Volver a casa, a nuestra rutina, sabiendo que ya no estabas ni estarías nunca más fue muy duro. Recuerdo que yo sólo tenía ganas de dormir porque era el único momento en el que no sentía dolor… Papá estuvo muy preocupado por mí, tanto que se olvidó del dolor que él sentía para centrarse en que yo estuviera bien y no decayera.
En cuanto pude avisé a mi matrona, una persona que durante el embarazo y con la situación que viví en ésos momentos me apoyó mucho y me recordó siempre, en cada cita, que ella estaba ahí para lo que necesitase. Le conté lo que había pasado y me ofreció ir a la consulta con papá para hablar un rato con ella. Fue una charla sanadora gracias a la cual me brindó la posibilidad de poder verte y despedirme de ti… Al principio no lo entendí, no sabía que se podía hacer algo así en ésos momentos, una vez había pasado todo, y tampoco sabía en qué consistía, pero ella nos lo explicó todo muy bien y nos dijo que lo pensáramos.
Al llegar a casa no hacía nada más que darle vueltas a la situación, por un lado tenía mucho miedo de hacerlo pero había “algo dentro de mí” que me decía que lo hiciera y que no tuviera miedo. Con el tiempo descubrí que ése “algo” eras tú.
Ése día fue muy especial. Habían preparado tu cuerpecito tan bien…y nada más verte empecé a llorar y no pude parar. Eras tan perfecta, tu carita formada, tus labios, tus cejas insinuadas, tus orejitas y esos deditos de las manos y de los pies. Una pequeña muñequita preciosa. Me llenaste de paz, te pedí perdón, me despedí por mí y por papá (ya que él no se sentía preparado para hacerlo). La matrona nos regaló una hoja preciosa con tus huellitas, tan diminutas y nos hizo unas fotos para el recuerdo. En ésas fotos, con el tiempo, papá te pudo ver, con calma, en el momento en el que estuvo preparado y ése día a él también le hizo mucho bien y le llenó de paz.
Me costó dejarte allí. Pensar en qué pasaría con tu cuerpecito después… La matrona me explicó que el cuerpo iba con los restos orgánicos del hospital y se me partía aún más el alma. Entonces me explicó que había otra opción, la incineración. Me dijo que lo pensara, que había personas que lo hacían. Era algo que no se me había pasado por la cabeza. Al salir de allí hablé con papá y no hubo nada más que pensar. Nos pusimos en contacto con nuestro seguro y ellos se encargaron de todo. He de decir que nos trataron de una forma increíble con una empatía y una humanidad que siempre agradeceremos. El día que fuimos a buscar tus cenizas fue muy emotivo y nos regalaron un ramo de rosas blancas que fue muy especial.
Poco después acudimos a una reunión con más padres que habían pasado por un proceso similar al nuestro y habían perdido también a sus pequeños. Escuchar a otras personas relatar su historia, ver que han sentido y pensado lo mismo que nosotros y también ver que había otros que lo habían superado…fue muy importante para nosotros.
Todo esto fue muy necesario para poder transitar nuestro duelo. Nos hemos permitido llorar y hemos llorado mucho… Pensamos que nunca dejaríamos de sentir dolor y hemos transformado ése dolor en amor… Creíamos que no seríamos capaces de poder hablar de ti sin estar tristes y hemos conseguido incluso poder hacer bromas y reír… Leí mucho, muchas historias de otras personas, libros sobre situaciones similares que me ayudaron, pero sobretodo, hizo mucho el hablar de ti con los demás (no con todo el mundo, pero acabas sabiendo con quién puedes hablar y con quién no), el darte tu sitio en nuestro hogar, el tenerte presente cada día más aún en los días especiales.
Cuando paseamos siempre nos encontramos alguna mariposa y sabemos que estás ahí, nos miramos y sonreímos. Siempre estás con nosotros, en nuestros corazones y no hay un día que de una forma u otra no nos acordemos de ti. Sabemos que aunque no estés, estás, y que estés donde estés, estarás orgullosa de nosotros, pero sólo gracias a tí nos hemos convertido en lo que somos porque sin tí, pequeña, todo esto no estaría pasando.
Tú nos has enseñado que por muy larga que se la tormenta el sol siempre vuelve a brillar y estamos seguros de que junto a ti veremos el arcoíris.
Fuiste, eres y serás siempre nuestro mayor regalo.
A nuestro “ángel” del cielo.
Te queremos.

P.D.
Queremos agradecer enormemente a todas aquellas personas que, de una forma u otra, han hecho posible que podamos escribir ésta carta. Esperamos que sirva de ayuda a otros padres que hayan pasado o tengan que pasar por una situación similar, así como a nosotros nos sirvió que la vida nos regalase a todas y cada una de las personas que nos han ayudado en uno de los momentos más importantes de nuestras vidas.

GRACIAS