31 de Agosto de 2017. POR El Faradio
Por Manuel Corbera, activista de Libres y de Pasaje Seguro Cantabria
El próximo 3 de septiembre se cumplen dos años de la muerte de Aylan Kurdi, el niño sirio que apareció ahogado en la playa turca de Bodrum. En ese mismo viaje murieron doce personas, seis eran niños, uno de ellos el hermano de Aylan
Sin embargo, las fotos de la corresponsal de la agencia turca Dogan, Nilüfer Demir, hicieron tristemente del pequeño sirio un símbolo del drama que cada día se venía y se sigue viviendo en el Mediterráneo. Consiguió conmocionar a la sociedad civil europea, acostumbrada a oír noticias de ahogamientos ilustradas con frías cifras que se escuchaban sin demasiada atención. Como los medios saben bien, a fuerza de repetir noticias, por muy cruentas que sean, se consigue banalizar los hechos más terribles. Pero esta imagen y la masiva difusión por redes sociales que forzó incluso a los principales medios a hacerse eco de ella, provocó la reacción que aquellas cifras repetidas, que escamoteaban los dramas de las personas a las que se referían, no habían conseguido.
Se dice que el impacto fue mayor por ser blanco y vestido a la manera occidental. Poco importa. El caso es que las adormiladas conciencias de la sociedad europea se agitaron, se conmovieron, y una parte de la sociedad civil comenzó a organizarse y a exigir a nuestros gobernantes que detuviesen los crímenes que su inoperancia estaba cometiendo en el Mediterráneo, que abriese las fronteras y dejase entrar a los refugiados sirios que se encontraban bloqueados en Grecia.
Desde entonces, sin embargo, la situación lejos de mejorar ha empeorado. Las medidas tomadas por Europa (UE) han continuado en la línea de blindarse, de convertirse cada vez más en fortaleza inaccesible para quienes huyendo de los conflictos y del hambre buscan una oportunidad para reiniciar sus vidas.
¿Cuáles han sido esas medidas?
- Blindar más las fronteras.
Lejos de intentar ayudar y salvar las vidas de los migrantes, abriendo vías seguras de acceso y suprimiendo los peligros, sus medidas han ido dirigidas a tratar de impedir como fuera las llegadas.
Ya en 2014 el dispositivo humanitario Mare Nostrum, que había puesto en marcha el gobierno italiano de Enrico Letta y que en un año había rescatado a más de 100.000 personas, fue sustituido por Tritón, la operación organizada por la agencia Frontex y financiada por la UE que tenía como principal (en realidad único) objetivo el control de las fronteras costeras europeas (limitando su acción a 30 millas de la costa europea). Esa línea de actuación se ha profundizado en el mismo sentido, el de relegar la vida de los migrantes a un segundo plano en las prioridades.
La prioridad está clara: la defensa de la fortaleza debe ser lo primero. Y para ello Frontex se ha reforzado con una Guardia Europea de Fronteras y Costas con 1.500 efectivos. La Unión Europea ha permitido el bloqueo de fronteras en los Balcanes y Europa central, con vallas y alambradas, poniendo incluso en cuestión el espacio Schengen.
Ha cerrado el acceso desde Turquía a Grecia mediante el Tratado de la Vergüenza que supone la externalización del control hacia ese país y la posibilidad de devolución en caliente de las personas que a pesar de todo consiguen llegar. La elevación y reforzamiento de las vallas con concertinas en la frontera sur, entre Marruecos y las ciudades de Ceuta y Melilla. La formación y equipamiento por parte de la Unión Europea de guardacostas libios, que abren fuego y obligan a volverse hacia la costa Libia a las frágiles embarcaciones de emigrantes, donde de nuevo serán sometidos extorsiones, violencia, violaciones, torturas y asesinatos.
Libia no es el único país que está recibiendo ayuda en ese sentido. En 2015 se creó un nuevo fondo, el Fondo Fiduciario de Emergencia para África (más conocido como “Trust Fund”) destinado a externalizar el control de emigrantes en países africanos de paso, como Niger, Mali, Senegal, Sudan del Sur, Sudán, y así hasta 23 países que en 2016 recibieron 1.592,6 millones de euros destinados a equipos militares, formación de policías, centros para emigrantes repatriados y sistemas de recogida de datos para el reconocimiento del país de origen (lo que en caso de que llegaran a Europa facilitará las expulsiones).
Se trata además de un fondo fuera del control del Parlamento Europeo, gestionado desde la Comisión y cuyos recursos proceden en un 95% del Fondo Europeo del Desarrollo cuya función debería ser la lucha contra la pobreza. Además, tienen en ocasiones como destinatario gobiernos acusados de crímenes contra la humanidad (caso, por ejemplo de Sudán o de Eritrea) o de dudoso respeto a los derechos humanos.
A pesar de todo los flujos de migrantes no han cesado, recorriendo hoy rutas mucho más peligrosas que están causando aún más muertes. Si en 2015, el año de la muerte de Aylan, fallecieron 3.771 personas, en 2016 fueron 5.000 y a finales de julio de este año se contabilizaban ya 2.380. Cifras que revelan que las medidas adoptadas no sólo son ineficaces, sino también criminales.
- Criminalizar a las ONGs y a la organizaciones que defienden a refugiados y migrantes
La UE y algunos gobiernos culpan de este fracaso a las ONGs que actúan salvando vidas en el Mediterráneo. Frontex viene acusándolas de fomentar el efecto llamada y de colaborar con las mafias, incluso de ayudar a introducir terroristas en Europa. Y cómo olvidar las palabras de nuestro ministro del Interior Juan Ignacio Zoido vinculando el trabajo de las ONGs con el fomento de la inmigración irregular.
Criminalizan a los que salvan vidas porque lo mejor, según su lógica, es que murieran aún más para que el miedo hiciese que los migrantes no se lanzasen a la aventura. Y mientras tanto se permite fletar y navegar al barco de la organización ultraderechista Generación Identitaria que declaraba explícitamente como objetivos “hundir las embarcaciones de migrantes y vigilar las de las ONGs”.
- Difundir un mensaje islamófobo
Un discurso institucional cargado de ismamofobia que va calando lentamente, conforme la sociedad civil se va olvidando de aquella imagen del niño Aylan tendido en la arena. La continua alusión a la posibilidad de que entre los refugiados haya terroristas se ve reforzada cuando el terror del fascismo yihadista nos toca como ha ocurrido recientemente en Barcelona y Cambrils. La islamofobia sube de tono aprovechando la mayor permeabilidad de la población conmocionada por la crueldad de los crímenes y alienta a los grupos ultraderechistas racistas. La subliminal identificación discursiva de refugiados, musulmanes, islamistas y yihadistas, acentúa el miedo al “otro” e impide comprender que los comandos yihadistas no viajan en pateras, que son fascistas que viven en nuestro país y que utilizan el islam como los neonazis utilizan la supremacía blanca (o española).
Es en buena parte ese discurso institucional islamófobo el que alimenta simultáneamente a ambos fascismos. Constituye un caldo de cultivo para que jóvenes de origen magrebí (o de otros países de mayoría musulmana), que se ven estigmatizados y marginados aunque en algunos casos hayan nacido ya en Europa, sean presa fácil del yihadismo.
Al mismo tiempo que ese mismo discurso alienta al fascismo neonazi. El jefe de servicio de la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de nuestra ciudad, el señor Enrique Álvarez, jamás se hubiese atrevido a escribir su delirante artículo sobre “el Islam y el mal”, o la asociación racista Alfonso I se hubiese contenido antes de acusar a las organizaciones que defendemos a refugiados y migrantes de tener las “manos manchadas de sangre” por los atentados de Barcelona y Cambrils, si antes no hubiese habido declaraciones institucionales como las de Frontex o las de nuestro gobierno que las abrieron el camino.
- Ocultar sus otras responsabilidades
Por otro lado, la mayor parte de las armas del ISIS, que dice estar detrás de los comandos yihadistas de Barcelona y Cambrils, proceden de Arabia Saudí, un Estado amigo de EE.UU y de la UE, que además de mantener una actitud ambigua hacia el Estado Islámico y de permitir el apoyo directo de personas ricas de su país al califato, está llevando a cabo una verdadera masacre en Yemen.
Sin embargo, España es el tercer país exportador de armas (detrás de EE.UU y el Reino Unido) a Arabia Saudí, y su volumen de exportación se ha multiplicado por 30 en los últimos años (2013-2016).
Estas armas españolas y de otros países de la UE no van sólo a Arabia Saudí. Un informe reciente del Centro Delàs de Estudios por la Paz de Barcelona ha revelado que la UE ha obtenido 37.000 millones de euros con la exportación de armas entre 2003 y 2014 y que el destino de esas armas ha sido 63 de los 65 países de los que huyen los refugiados. Esa es la realidad, la Europa de los “valores que el terrorismo quiere destruir” alienta con una mano los conflictos que expulsan a las personas refugiadas, cerrándoles con la otra la entrada y obligándoles a elegir las rutas más peligrosas que conducen a la muerte de muchas de ellas.
- Incumplir los compromisos mínimos
Cuando está a punto de cumplirse el plazo (2 años) el escuálido acuerdo adoptado para acoger a personas refugiadas entre los países de la UE, el cumplimiento en conjunto apenas roza el 25%. A España, de las 17.337 personas que se comprometió a acoger sólo han llegado 1.888 (algo más del 10%). Por tanto, a día de hoy, cuando queda menos de un mes para cerrarse el plazo, el cumplimiento parece imposible.
Dos años después de que aquella imagen del niño Aylan hiriera nuestras retinas resulta imprescindible que exijamos a la UE -y a nuestro gobierno en primer lugar- el cese de esa política criminal antiinmigración. Exigirles que cumplan ya -en el plazo convenido- con los compromisos de acogida, que pongan los medios para detener las muertes en el Mediterráneo abriendo vías seguras de acceso y fórmulas de acogida a los refugiados y migrantes forzados, que abandonen los discursos islamófobos y del miedo y que prohiban la venta de armas a los países en conflicto y a Arabia Saudí y otros países del golfo, vías de redistribución de este armamento hacia los países en conflicto y que contribuyen a armar al ISIS.