Flora María Pérez
SOMOS CATÓLICOS. Me quede embarazada de mi tercera hija de sorpresa. Después de la alegría inicial por el nuevo embarazo comenzaron las dudas. Era agosto de 2011. La crisis económica estaba ya muy fuerte en el país. A pesar de tener trabajo, muy precario, sentía una gran desesperanza por el futuro. Mi marido tenía trabajo entonces. Cuando acudía a las ecografías (sola, para que él no perdiera horas en el trabajo) deseaba que me dijeran que no estaba viva. Pensé en abortar. Con otros dos niños la situación se complicaba cada vez más. En el trabajo quedarte embarazada supone estar bajo sospecha, eres candidata a irte.
Fueron pasando los meses y el embarazo siguió adelante con normalidad, aunque yo emocionalmente me fui viniendo abajo. Seguía trabajando, aguantando, sobreviviendo en un ambiente laboral muy hostil. La única esperanza era que lo compartías con cientos de mujeres como tú lo mismo. En enero me empecé a desestabilizar, la presión psicológica en el centro de trabajo por un lado y el miedo y la incertidumbre por otro, las hormonas revolucionadas, mal descanso, mala alimentación. Me pregunte qué hacía allí, si seguía por ese camino mi hija no iba a nacer bien. Tome la decisión el jueves por la noche, no se lo dije a mi marido, pero me dije: mañana es el último día de mi trabajo, me voy. Al día siguiente hice mi trabajo en la oficina como todos los días. Cuando salí, iba en el coche contenta, ya está se acabó. Sólo me faltaba decírselo a mi esposo. Cuando llegué me extrañó que la comida ya estuviera preparada. -¿Qué pasa? ¿has salido antes del trabajo? -Me han despedido. Sin previo aviso, llegó el viernes a trabajar y a las 12:00 le dijeron que lo sentían mucho, auditoria externa, hacía falta recortar y que le tocaba a él.
Empezamos a llorar los dos. Yo más que él. Así que me callé mi fantástica idea de dejar el trabajo, porque desde ese momento mi marido era un parado y yo, aunque el trabajo fuera pura explotación, lo conservaba. Iban pasando los meses entre subidas y bajadas, estar en una situación así es como una montaña rusa, no puedes mostrar mucha queja porque el otro se queja por no tener trabajo.
Fueron meses de rabia, indignación y de juicios. Porque llevamos a la empresa a juicio y ganamos. Cuando se cumplían 7 meses de gestación, tuve un sangrado, el riesgo de parto prematuro me impedía viajar, hacer esfuerzos, además cogí una tremenda gripe y por encima tuve que tomar medicación para la ansiedad. Fueron dos meses infernales. Lo soporté gracias al amor de mi familia y amigos.
Mi hija nació sana en la fecha prevista. Di a luz y yo me vine abajo. Fue mi marido el que tuvo que hacerse cargo de prácticamente todo. Me costó superar dos años que no pudiera amamantar a mi bebé. Hoy gracias a Dios lo he superado.
En esos meses pensaba mucho, sobre todo en las mujeres que dan a luz sin asistencia sanitaria, las madres en las pateras, las madres con sida, las madres explotadas, las prostitutas, las dejadas, humilladas y apartadas, las madres a las que las hacen abortar.
Y sentí mucha rabia. Recordé el pasaje de la biblia “Llorad hijas de Jerusalén”.
Y nos sentimos solos. Nos habéis dejado a los pies de los caballos.
Sentimos el perdón de los humildes y la falsa hipocresía de los poderosos que tienen en sus manos la vida de los seres humanos y la destruyen.