Pilar Gómez-Ulla. FAMILIAE Psicoterapia y madre de hijos fallecidos.
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El duelo por un hijo es una de las situaciones más límite para una persona, y también para una pareja. Muchos rompen, otros salen fortalecidos, pero sin duda la relación de la pareja se pone a prueba hasta el límite. Es una situación muy antinatural, que se vive como algo injusto. Es habitual que haya (sobre todo por parte de la madre pero puede ser en ambos) sentimientos de culpabilidad, y esto es muy malo de llevar («si hubiera hecho… si yo le hubiera dado más cariño…») o peor todavía, culpar al otro progenitor de alguna manera.
La culpa en la madre no es algo patológico si se razona y encaja con serenidad. Al fin y al cabo, ella siente en lo más profundo de sí la vocación de dar vida. La vocación es una responsabilidad, todo su cuerpo y su espíritu (su psique=alma) está hecho para gestar, parir, proteger, alimentar… y luego soltar, dejar crecer. Y algo ha ocurrido. No ha sabido, no ha podido proteger a su bebé. No juzguemos esa culpa como algo patológico, sino como una hermosa huella de la vocación maternal. Podemos escucharla, comprender esos sentimientos, y también contemplar con ella que el amor de una madre no se acaba con la muerte. A veces el preguntarse “si yo hubiera hecho, o no hecho…” es una forma de huir de la realidad, de dar vueltas para no aceptar que sea como sea, el niño ha muerto. Poco a poco, esas ideas de culpa, si son muy insistentes, acabarán cediendo y dejando paso al dolor y nada más.
El caso es que se vive de forma muy distinta por ambos. El dolor es muy grande, y mi experiencia me dice que tienes que enfrentarte a él o si no, es como si saliera por otro lado. A algunos les he llegado a decir: «llora por tu hijo de una vez y deja de enfadarte con tu mujer, o con tus amigos, o de protestar por esto y lo otro…». Claro, si lo que tienes es pena. Es como si te persiguiera un fantasma, cuanto más le das la espalda y corres, más miedo tienes, peor te encuentras, te muerde el culo por detrás. Lo mejor es darse la vuelta y enfrentarse al fantasma, trincarlo bien y abrazarlo, hasta que el miedo, y el propio fantasma, se desvanecen.
¿Qué pasa en una situación así en la pareja? Es muy frecuente algo así:
– Uno de los dos, normalmente ella, muestra más abiertamente el sufrimiento, y el duelo parece más profundo y aparatoso. Para los que están a su lado, parece que es «demasiado hondo, que nunca va a terminar» (cada duelo es diferente, pero se considera bastante normal que sea duro el primero y quizá el segundo año). Además el sentimiento de culpa hace que te sientas mal si sales de la tristeza, como si dejaras atrás el dolor y también al hijo. Al fin y al cabo la pena PARECE ser lo único que te queda de tu hijo así que te aferras a ella.
– El hombre algunas veces tiene miedo del dolor, está aterrado, y sobre todo tiene miedo de que ella se hunda, de que ella no lo supere, de que ella no vuelva a ser la de antes y «su vida se vuelva un infierno». ¿Qué hace? Huye hacia delante, intenta «pasar página», intenta que no se hable del niño, que no se recuerde al niño…
¿Es que ella es una depresiva? NO ¿Es que él es un malvado que no quería a su hijo? NO ¿Alguno de los dos lo hace bien y el otro mal? No. Ambos están intentando poner de su parte para salir adelante… y vivir.
Esto genera una situación de CIRCULO VICIOSO. Porque cuando tienes un dolor muy grande, lo que más daño te hace es que alguien lo minimice (yo recuerdo con horror los bienintencionados «mejor así«, «total el niño iba a estar malito…», «ya tendrás otro» “ya se te olvidará”…). Eso te hace sentir que no te entienden, que no saben cuánto duele, y que no es verdad, que nunca vas a estar mejor y que además estás terriblemente sola. (Es decir, provocan la reacción contraria a la que te quieren provocar. Quieren hacerte sentir mejor y te hacen sentir peor).
Además sufrir sola, pensando que «nadie me comprende», fomenta el victimismo, el pobrecita yo… Si eso se da dentro del matrimonio dificulta el salir adelante porque la mujer siente que no puede avanzar en esa relación, que hay como un muro y eso los separa. He atendido a unos padres que les pasó algo así. Hasta tal punto que él lloraba solo en la cuneta cuando iba para el trabajo, nunca había llorado abrazado a ella. Llegaron a no hablar de casi nada, a no tocarse… estaban tan lejos… para volver a juntarse necesitaron compartir la muerte de su hijo y despedirse de él juntos (3 años y medio después).
Es NORMAL tener distintas respuestas al dolor, es NORMAL llevar distinto ritmo, pero ayuda SIEMPRE compartirlo, porque el duelo hay que hacerlo, y hacerlo juntos es más llevadero. El duelo es un trabajo, de hecho me parece que encaja mucho más la expresión de los anglosajones que lo dicen con un verbo, to grieve. No es una cosa que padezco pasivamente sino algo que protagonizo y recorro, como un camino.
ALGUNAS COSAS QUE PODEMOS HACER:
1. Tener paciencia con nosotros mismos, el duelo es un trabajo que cansa, pero hay luz y paz al final del camino…
Cansa mucho física, psíquica y espiritualmente. Y es bueno en el matrimonio hacer esfuerzos para compartir, aunque duela. No se puede «pasar página» si eso significa olvidar y vivir como antes. Nada es como antes. El hijo siempre va a ser parte de la familia. ¿Va a doler siempre tanto? NOOOOO!!! Uno aprende a vivir amando al hijo de otra manera, no puedes acariciarlo, pero puedes construir una familia alegre para sus padres, sus hermanos si los hay, no puedes educarlo, pero puede educarte él mejor… Incluso a veces el agujero que deja el hijo puede dar frutos pequeños pero de mucho sabor (te hace más sensible al dolor de otros, te hace valorar más la vida y dar importancia a lo que la tiene, te cambia en la fe, en la paciencia… en casi todo). Pero esos frutos no son la felicidad de antes, son otra felicidad nueva. Si miras atrás buscando lo que perdiste, te pierdes los frutos de la nueva situación. Aprenderemos a vivir otra vez, pero ahora estamos todavía despidiéndonos de ese bebé. Es curativo incluso compartirlo con otros (si lo han vivido, mejor). La gente alrededor tiende a no sacar el tema, para no hacerte daño, aumentando la soledad y lejanía. Si puedes compartir algo, aunque sea una pequeña parte con la familia, mejor. Eso siempre alivia la carga.
2. Despedirse no es tan fácil. Lleva un tiempo.
Y seguramente es necesario «hacer» cosas, no solo pensar. Hablar del niño por su nombre, tal vez poner algo suyo en un lugar de la casa, hay que pensar qué hacer con sus cosas si las tenía, pensar a qué personas tenemos que contar lo que nos ha pasado… Es importante que ambos tengamos la seguridad moral y real de que NO ESTAMOS OLVIDANDO NI SUSTITUYENDO a ese hijo. El día que teníamos que haberlo parido (la fecha de parto que teníamos) se pueden poner flores o comer tarta. El día de su aniversario rezar juntos, o ir al cementerio o a donde sea (eso es muy personal de cada uno). Ese hijo tiene que tener un hueco (y un tiempo) en la vida de la familia.
3. Comprender que somos diferentes, que necesitamos procesos distintos para encajar esto, y nunca lo haremos perfectos, es una herida muy grande y el cosido deja marcas, y zonas que duelen… y fechas que uno va para atrás… paciencia y amor. El duelo es también como la marea que va y viene. Tengo momentos que me adentro en mi dolor, y recuerdo, lloro, revivo… y otros momentos voy a la orilla y río, me junto con amigos, respiro, pienso en otras cosas, hago planes de futuro.
4. Vivir. El hombre a menudo puede aportar vitalidad y alegría, ayudar a mantener un ritmo razonable de actividad que respete el duelo de ambos y a la vez nos mantenga unidos a la vida… cuidarse, comer, dormir, pasear, charlar, escuchar música… Es posible que durante un tiempo no soportemos las películas si tienen algo de tensión o dolor, o el propio telediario… es normal. Paciencia. Haz aquello que te sientas capaz de hacer esforzándote un poquito, sin violentarte. Poco a poco el corazón comprende que el duelo tiene su espacio pero a veces va a ir dejando entrar el alivio, un rato de risas con un amigo, una conversación o un trabajo que me distrae… Esto no es abandonar al hijo sino que el duelo es como la respiración, no todo el rato sale fuera, también hay que dejar entrar el aire…
5. Mejorar, crecer. A veces una crisis nos pone patas arriba. Parece que lo que antes tenía sentido, deja de tenerlo, lo que pensaba y creía… Poco a poco, a medida que os vayáis fortaleciendo es posible que sea el momento de hacer algunos cambios que llenen vuestro jardín de plantas y frutales maravillosos. El jardín de vuestra vida, claro. ¿Hay algo a lo que no dedicabas tiempo que crees que vale la pena retomar? ¿Alguien a quien volver a contactar? ¿…?
5. Poco a poco, puede que sintáis que todo este dolor, puede y debe dar fruto. Y es verdad. Podéis aportar mucho a otras personas que sufren porque ahora lleváis dentro como un radar del dolor, lo detectáis, y vuestra sensibilidad es un bálsamo para otros. Podéis ayudar a sanitarios y otros profesionales inexpertos pero abiertos a aprender, a que lo hagan mejor, podéis cambiar y hacer tantas cosas…
Nunca sufrí la muerte de un hijo, gracias a Dios, pero si de un marido y dos nietos, y creo que lo que hacéis es francamente maravilloso. Se necesita de verdad un tuempo largo largo para asimilarlo y vivir con ello. Además, esto que decis, nos puede ayudar en el duelo o pena por otras muchas cosas que nos ocurren en la vida, aunque no sean muertes físicamente. Gracias de verdad.
Buenas tardes agradecima por el apoyo tan grande que nos dan….
Me gustaria que enviaran sus videos de apoyo psicologico me ayudan muchisimo, ahora que estoy empezando este camino de duelo, que nadie entiende, solo los que pasamos por esto.
Perdi a Marco Antonio el 14 de Abril de este año, después de 86 días de lucha en UTIN, nació prematuro de 26 semanas de gestación, y no sabemos porqué se desencadeno ese parto prematuro, lo parí y lo ame desde que nació, falleció pesando 1.230Kg y todo por Amor a nosotros… El Amor tan grande que nos dejo nuestro guerrero, hace posible que nos levantamos todas las mañanas, y sonriamos como el lo hacia.
Gracias infinitas me gustaría contarles toda mi historia….
Un Abrazo Inmenso
Atte
Adriana Martinez
Valencia, Venezuela