La nana que yo te escribo querría despertarte.
Imposible, lo sé.
Sigo sitiada por aquel mes de marzo. Nunca una primavera fue tan cruel.
Sigue habiendo un tiempo detenido en mi pecho,
un vientre vacío.
Un paritorio en silencio.
Solo yo para llorarte, y tú, tú tan pequeña.
No se nos dio ni una oportunidad.
Si hubo un porqué, nadie lo dijo.
Si existió consuelo, me lo arranqué de cuajo.
Al recordarlo sigue haciendo muchísimo frío,
pero la nana que te escribo es necesaria
para recordarte
devolverte a la vida que aún te espera
y despedirte,
al menos en el tiempo de este poema y mi memoria.
Carmen Quinteiro. Bajo la lluvia no pesan las historias.