En la foto MIriam y David, junto a sus hijos de un año, Asier y Álvaro. EÑE
Entre la frase «no hay latido» y la vuelta a casa con los brazos vacíos y sin el bebé que tanto deseaban, existe un espacio de oscuridad en el que todo deja de importar para los padres que sufren la pérdida de un hijo. Solo con el paso del tiempo, todos los sentimientos negativos como el de la culpabilidad, negación, frustración o enfado, se transformarán en un sentimiento de amor incondicional hacia un ser espiritual, pero nunca desaparecerán la tristeza o la melancolía, inevitablemente relacionadas a la emoción de echar de menos.
El 13 de mayo de 2020, Miriam Martín y David González, pareja vecina de Cabrerizos, conoció ese espacio oscuro en primera persona. Miriam sintió un fuerte dolor y rápido se dirigieron al Hospital Clínico de Salamanca, donde fue atendida de urgencia: «La típica frase de «no hay latido» duele mucho más que todo lo físico que te sucede en esos momentos», explica Miriam. La situación sanitaria propiciada por la pandemia, hizo de su experiencia algo más traumático si cabe. Según David: «A mí me trataron como un cero a la izquierda, no tuve contacto con Miriam hasta seis horas después de llegar y nadie me informaba de nada, fue horroroso». «Él tuvo que vivir la pérdida de Aaron y los nervios de no saber cómo estaba yo, solo», añade Miriam.
Esta madre asegura haberse «sentido respaldada por los sanitarios», por suerte tenía una amiga enfermera, pero reconoce que, en general, en esos casos «la atención deja mucho que desear». El Hospital está lejos de ofrecer un protocolo de actuación uniforme para tratar una muerte perinatal, gestacional o neonatal. La madre de Aarón afirma que «entró un psicólogo que apenas te ofrece una pastilla por si no puedes conciliar el sueño; también me hablaron de una asociación de apoyo a las familias que sufren este duelo, pero claro, yo en ese momento no tenía ganas de saber nada del tema»
David también reconoce que sobre todo los primeros momentos fueron duros: «En pocas horas me tuve que convertir en un pararrayos, literalmente». Él, como si fuese un actor secundario y haciéndose a la idea de manera atropellada de que la muerte había llamado a sus puertas cuando ellos esperaban vida, tuvo que hacerse cargo de la parte más tediosa, el papeleo: «Recuerdo que afronté las condolencias, la decisión de si lo incinerábamos o no y la organización de todo, en muy poco tiempo; me hablaban de dinero y de verdad, que era todo tan frío… ojalá hubiese podido gastarme todo ese dinero en pañales o en haberle comprado una moto con 15 años, para mí todo eso era secundario».
Entre tanto, la pareja contó con el apoyo de una de las matronas, que fue quien les recomendó ver a Aarón para despedirse de él: «David tomó la decisión de verlo, yo al principio no quería, pero esta matrona nos habló de lo importante que sería para nosotros generar recuerdos, así que al final también lo hice y a día de hoy doy gracias por ello». En una caja guardan los pocos enseres que tienen de su hijo mayor, y en su móvil se almacena una fotografía de él, pero Aarón hoy «vive en las estrellas», explica Miriam. Confiesa que «Aarón llegó a nuestras vidas para darnos un aprendizaje; ambos entendimos lo que es la resiliencia».
El apoyo familiar y de pareja, la clave para superar el duelo
Cuando ocurre algo así, Miriam explica que «es fundamental el apoyo de amigos, familia y de la pareja» y «aunque a veces el entorno no tiene las palabras más acertadas, a día de hoy sé que solo nos querían animar». La madre de Aarón afirma que «trabajé con mis herramientas propias, fui al psicólogo, formé parte de un grupo de apoyo a personas que perdieron a familiares durante la pandemia… y más adelante conocí la historia de otras familias a través de Red ‘El hueco de mi vientre’, una experiencia muy sanadora». «Aprendes a vivir con esto», reconoce David, y afirma que «a día de hoy Asier y Álvaro, nuestros pequeños de un año, son nuestra salvación».
Miriam tuvo lo que se llama un ‘embarazo arco íris’
Una vez recuperada físicamente, Miriam tuvo lo que se conoce en este duelo como un «embarazo arco íris»: «Cuando me dijeron que estaba embarazada, desbordé de emoción y alegría, pero reconozco que vuelven los fantasmas y sentí miedo».
Asier y Álvaro consiguieron que parte de alegría volviese a su hogar de Cabrerizos, pero Miriam explica que «siempre tendré tres hijos, hoy el dolor y todos los sentimientos negativos se han convertido en un amor inmenso que tengo también hacia mi hijo espiritual, que llegó para protegerlos a ellos (Asier y Álvaro)». Tanto Miriam como David concluyen afirmando que «el apoyo de la pareja, la familia, no encerrarse en uno mismo, comunicar y el hecho de tener rituales que recuerden a tu hijo fallecido, son claves para sobrellevar un duelo de estas características, ojalá nuestro testimonio ayude a muchas familias».
Duelo perinatal, gestacional y neonatal; una realidad silenciada
María Sánchez es una de las coordinadoras en Salamanca de la asociación ‘Red el hueco de mi vientre’, una pataforma que ofrece apoyo a las familias y las acompaña en el duelo durante la pérdida de un hijo.
Este tipo de pérdidas sucede en uno de cada cuatro embarazos: «Ocurre más de lo que pensamos, pero es un tabú en la sociedad», afirma María, quien sufrió también uno de estos duelos, lo cual la empujó a querer ayudar a otras familias tras dar con esta asociación nacional cuya actividad principal en Castilla y León se encuentra en Valladolid, donde ofrecen también cursos a sanitarios: «En la asociación cada uno aporta lo que puede, forman parte de ella desde psicólogos hasta otras madres en la misma situación».
En la ‘Red el hueco de mi vientre’ ofrecen apoyo gratuito a familias y profesionales desde 2013: «El duelo perinatal es como un pozo profundo; hasta que no llegas a lo más hondo, no empiezas a salir, por eso el proceso es lento y doloroso, por eso las familias están agradecidas por nuestra ayuda», explica María.
Una lucha desde distintos frentes
El duelo perinatal, gestacional y neonatal es un tabú por el que luchan asociaciones como ‘Red el hueco de mi vientre’ y lo hace por varias vías. En los hospitales, según afirma María Sánchez, coordinadora de la Red: «Están obligados a entregar los restos de los bebés independientemente de las semanas de gestación y en ocasiones hay que recurrir a sentencias para que lo hagan». Por otro lado, han realizado unos sacos llamados Jizó, elaborados por la asociación ZOES, con los que «los padres reciben a sus bebés de manera más amable», explica María. Además, están a la espera de que el Ayuntamiento de Salamanca acondicione un ‘rincón blanco’ en el cementerio para enterrar a los bebés que no hayan sido reclamados. También se encuentran a la espera de encontrar ubicación en la ciudad para la escultura ‘Amar sin latido’, de Jesús García.
Fuente: https://www.lagacetadesalamanca.es/provincia/perdida-hijo-aaron-aprendizaje-20231029111857-nt.html