Más infornación sobre el duelo por los hijos que no se pueden tener.
La semana pasada unas declaraciones de la presidenta del Círculo de Empresarios (y empresarias) han abierto polémica en numerosos medios y en las redes sociales.
Mónica Oriol planteó, con una claridad obscena, lo que todos sabemos, que los empresarios (y empresarias) prefieren mujeres estériles, que la maternidad no está bien vista en el mundo laboral y que, a la hora de contratar, prefieren mujeres que no vayan a tener hijos.
No negaré la escandalosa desvergüenza de las palabras de esta mujer del poder, pero no quiero sumarme al coro de los críticos que censuran su sinceridad pero se limitan a esparcir humo que impide comprender su significado.
Es evidente que el trabajo bajo el sistema capitalista, sea éste privado o público (de Estado), es incompatible con la libertad para la maternidad, y por ende de la paternidad. Las mujeres estamos sometidas, los hombres también (por sí mismos y a través de nosotras) a la regulación externa de nuestras decisiones reproductivas y la presión del mundo laboral es tal vez uno de los mecanismos más eficaces para imponer la biopolítica del poder que hoy, en el Estado español, consiste en limitar el número de hijos por mujer y reducirlo casi a cero, al menos entre las mujeres del pueblo. Esta norma no rige para Mónica Oriol, que tiene seis hijos, ni para las que son de de su clase.
Todos y todas los que defienden el trabajo asalariado como una “conquista” de las mujeres frente al patriarcado están con Mónica Oriol puesto que el único trabajo posible para la inmensa mayoría de las mujeres es el que ofrecen las empresas capitalistas que incluye el sometimiento a sus necesidades y sus mandatos y que excluye la libertad reproductiva y la libertad en general.
El capitalismo que viene será más abierta y cruelmente anti-maternal copiando modelos que ya se han ensayado en muchos países no occidentales. Se sabe que en Sudáfrica se obligaba (y se sigue haciendo todavía en muchos lugares del mundo) a las mujeres a inyectarse depoprovera, potente y peligroso anticonceptivo que tiene terribles efectos secundarios. En Puerto rico, entre 1939 y 1970 fueron esterilizadas un tercio de las mujeres que se incorporaron a trabajar en las fábricas que se crearon con ayuda norteamericana.
Muchas mujeres han colaborado en estos proyectos eugenésicos de destrucción de la natalidad, como lo hicieron las que, desde organizaciones feministas y ONGs participaron en las políticas de de género del gobierno de Fujimori en Perú e intervinieron en las esterilizaciones de más de trescientas mil mujeres y veinte mil hombres indígenas y hoy se desvinculan de su propia acción y tratan de responsabilizar tan solo al Estado y eludir su contribución.
Quienes creen que el Estado nos salvará del capitalismo y pondrá las bases para la libertad, quienes esperan que las políticas de género o de conciliación serán la solución a los problemas de la maternidad en nuestro tiempo colaboran quiéranlo o no con las Mónica Oriol.
Hoy son en muchos casos mujeres las que dominan y avasallan a otras mujeres, el ascenso de un poder femenino no ha hecho menguar la represión sobre nosotras, al contrario el impudor y la agresividad de las dirigentes y las capitalistas es mucho mayor que el de sus iguales varones.
Algunas, como Naomi Wolf que escribe en El País “¿Mujeres en el poder sin poder?” pretenden escapar al estigma de ser más belicosas frente al pueblo que los hombres con deplorables paralogismos y nos vuelve a vender un victimismo ya obsoleto con el argumento de que ahora, según ella, las que ocupan puestos de poder en los Estados no tienen capacidad de acción frente a los poderes globales mundializados e incluso que los hombres les permiten alcanzar puestos de poder para culparlas de los desastres que se avecinan. Sabemos que el victimismo, como todo sofisma, se puede mantener imperturbable en cualquier circunstancia.
Pero todavía queda otra cuestión por comprender ¿porqué hace una aseveración tan impopular y que le acarreará tantas críticas una mujer como Mónica Oriol? En realidad esos excesos verbales son una forma de hacer llegar el mensaje a todas las mujeres. Quienes la critican (la criticamos) hacemos de voceros de su amenaza, le recordamos a las que piensen, optimistas, que pueden trabajar y ser madres lo peligroso de su proyecto.
Quienes no comprenden la complejidad de la propaganda del sistema creen que basta con criticar e indignarse pero cuando las acusaciones vienen a reforzar el mensaje antes que a destruirlo ¿qué hacer? No es fácil.
Mientras no comprendamos que la degradación de los vínculos intersexuales, la ausencia de redes de apoyo mutuo y colaboración horizontal, la mercantilización de las necesidades humanas, el ascenso de los Estados del bienestar y la dependencia del dinero son nuestros mayores enemigos, las Mónica Oriol seguirán ordenando las vidas de millones de mujeres. Tal vez unos pocos encuentren algunos resquicios en los que librarse de los peores golpes de sus proyectos pero la sociedad entera seguirá cayendo en el abismo. Nos encontramos ante dilemas cuya solución es extremadamente difícil.
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