Llega al CDN ‘Como una perra en un des-campado’, una obra de catarsis en torno al drama que sufrió su autora, Clàudia Cedó
No te preocupes. Ya verás cómo enseguida te vuelves a quedar. Ahora a mirar para adelante… El catálogo de frases que se suelen usar ante una muerte perinatal (aborto sufrido a partir de la semana 28 de gestación) termina formando una cadena que, en muchos casos, estrangula a la madre e impide que ésta se despida en paz de esa vida fallida. Clàudia Cedó (Bañolas, 1983) las tuvo que escuchar cuando perdió al bebé que esperaba en el quinto mes de embarazo. Pero en vez de enredarse en esa sucesión de sentencias para dar ánimos, decidió escribir una obra, ‘Como una perra en un descampado’, que llega al Teatro Valle-Inclán del Centro Dramático Nacional a partir del próximo viernes y que permanecerá en cartel hasta el 16 de febrero.
«Me extraña que no haya más historias así», se plantea la dramaturga. «Es algo tan increíble, tan potente, tan duro y, a la vez, tan emocionante…». A veces Cedó se plantea «por qué hay un género bélico, sobre la guerra y la muerte que sucede allí, y en cambio no hay un género sobre esto, la muerte perinatal». Entonces piensa «que no se ha hablado de ello porque se ve como algo de mujeres y, por tanto, algo residual, cuando en realidad son temas universales con los que todo el mundo se puede sentir identificado o empatizar».
Cedó habla por teléfono mientras, al lado, duerme su hija de cinco semanas. La cadena de frases diría entonces que qué bien, que el dolor ya queda atrás y que lo malo es cosa del pasado. Y, sin embargo, Clàudia sabe que no es así. «La sociedad no te deja un espacio donde llorarlo», lamenta. En su caso, se siente afortunada por haberse llevado del hospital una postal con las huellas impresas del bebé que no llegó a nacer. Y se siente feliz de que la obra, que ha cosechado un éxito importante en Cataluña, haya propiciado la aparición de protocolos en los hospitales para que las madres se puedan enfrentar a este duelo.
Por eso, para Sergi Belbel ésta es «una obra de mujeres con problemas que trascienden el mero hecho de ser mujer». El también dramaturgo ejerce aquí de director, una posición que no suele ocupar -si dirige, suelen ser sus propios textos-, pero que esta vez aceptó ante las posibilidades del texto.
«Soy un poco reacio a tratar la realidad tal cual en un escenario, porque siempre pienso que lo que debemos hacer los teatreros, los guionistas, los autores… es tomar esa realidad y pervertirla, cambiarla», explica Belbel. «Muchas veces, las leyes de la ficción no son, estrictamente, las leyes de la realidad. Y, en ocasiones, pones la realidad tal cual en un escenario y no resulta creíble, por lo que sea. Todos sabemos desde Aristóteles que lo verosímil no tiene por qué ser lo más realista. Y al revés«. Pero esto, incide, es diferente: «Clàudia tiene una habilidad tan impresionante para fabular a partir de la realidad o de lo que sea porque también tiene otras obras casi de ciencia-ficción, que al final da igual el tema».
Lo que le llamó poderosamente la atención del texto de Cedó, «aparte de esa temática tan dura y tan pocas veces vista en un escenario como es la muerte de un bebé antes de nacer», es la forma en que está tratado. «Ella ha sabido encontrar los mecanismos de ficción para trascender, que no sea una anécdota», asegura. Y se explica: «La obra realiza una pirueta metafórica muy importante que es esta palabra que está en el título: ‘descampado’. Este descampado es el terreno vacío de nuestros miedos, nuestro temor ante lo desconocido».
A partir de su experiencia vital, Clàudia «desdobla a la protagonista y nosotros lo llevamos más allá, porque la obra la interpretan dos actrices que se simultanean en el papel. Es decir, que el público, dependiendo de cuándo venga, verá a María Rodríguez o a Vicky Luengo, que en días alternativos cambian los papeles».
Para Cedó, el teatro tiene algo catártico, lo cual queda aún más patente en una experiencia como la que vivió. «El teatro ha sido una herramienta para entender mejor el sinsentido por el que yo había pasado, que entonces yo no comprendía. El hecho de tener que sentarme, escribir y crear un personaje me ha hecho aprender. Porque así es el viaje dramatúrgico: que el personaje saque algo», explica. El poder del arte escénico «es que es una ayuda para visitar estos lugares, estos descampados que aparentemente están llenos de muerte y no tienen sentido, y encontrarles belleza».
Una belleza que se manifiesta de maneras imprevistas. «Lo que nos ha pasado en Barcelona, en la Sala Beckett, es que en cada función sucedía algo. Como que la historia bajaba por mis piernas, subía por las piernas de las actrices y luego subía por las de los espectadores que, de alguna manera, lloraban este dolor que no era suyo», relata la autora. «Y yo también sentía que mi dolor no era sólo mío, sino con mi comunidad. Entendía que esto que me ha pasado es duro y doloroso, pero no es algo que tenga que esconder».
«Es lo que nos da sentido, lo que hace que la gente del teatro no nos muramos», apunta Belbel. «Es un espacio de libertad en que parece que las reglas de lo social se quedan en la puerta. Al cruzar el umbral y entrar en el terreno de la teatralidad del espacio escénico, todo se diluye y todo es posible. Se nos permite hablar de cosas que tal vez en el periodismo o en otros ámbitos de la vida más sujetos a la ley estricta o a las modas no son aceptables. Es un reducto de libertad, de los pocos espacios en que todo lo social, lo impositivo, lo que nos viene hecho, se queda en la puerta«.
Pero hay que ser realistas, advierte el director, no pensar que el teatro cambia las cosas. A él le gusta verlo como «una especie de comunión laica» que conecta con otro de los aspectos de ‘Como una perra…’ «En este texto», afirma, «Clàudia habla de la masa informe de la que todos formamos parte, como si la esencia humana estuviera conectada». Y va aún más allá: «Yo digo que ella ha hecho una especie de ‘Hamlet’. Sólo que, en este caso, Hamlet es una mujer desdoblada consigo misma, con su consciencia. Lo único que la diferencia es la dimensión política, que aquí no existe». Pero aparte de eso, «está todo lo trascendental, el ser y el no ser, el dolor, las preguntas sobre por qué me ha pasado esto, por qué me ha tocado a mí». Como esas primeras preguntas que asaltan la cabeza cuando los médicos dan noticias terribles. «La grandeza en el teatro es ésa, que podemos ir a reír y, al mismo tiempo, a hablar de los problemas que tenemos», señala el director, para el que éste «es uno de los grandes textos, al menos en Cataluña, en los últimos 10 años. Y no soy el único que lo piensa». Es cierto: ‘Como una perra en un descampado’ fue galardonado como Mejor texto teatral en los Premios de la Crítica 2018.
Licenciada en Psicología, Clàudia Cedó tiene un proyecto, Escenaris especials, en el que el teatro es una herramienta de integración social que implica a personas con discapacidad mental en la creación escénica. Su posición es en cierta forma similar y en cierta forma diferente a la de Belbel, respecto al poder transformador del teatro. Por ejemplo, celebra que su obra se inscriba dentro de la actual revolución de las mujeres en busca de ser las dueñas de sus propios cuerpos.
«No comprendo cómo no ha pasado antes, no entiendo por qué hemos tardado tanto», dice, pero luego habla de la fiesta que supone. «Ya había muchas mujeres que levantaban la voz pero aún quedan muchas cosas por hacer», afirma. Y habla también de la utilización de esta revolución por parte de los partidos políticos de uno y otro bando, a favor y en contra. «En cualquier movimiento social hay un momento en que se confunde con la política», plantea. «Pero pienso que la lucha tiene que ir aparte. Hemos de ir avanzando y luego vendrán los partidos políticos. Por eso hay que identificar estas utilizaciones de los discursos sociales».
Fuente: https://www.elmundo.es/cultura/laesferadepapel/2020/01/31/5e32124421efa060718b45bf.html