11 de julio de 2012, 39+2 semanas de gestación, me encuentro haciendo la comida y Diego no se mueve, me siento a comer y sigue sin moverse, me tumbo en el sofá y le pongo su música, esa con la que se mueve nada más oír, y sigue sin moverse.
En aquel momento lo tuve claro y llorando llame a una amiga para que me llevara al hospital. Llegamos, paso a una sala de paritorios, me ponen las correas y no se oye, me dicen que van a llamar al ginecólogo que las correas hay veces que no funcionan. Aún me resigno aunque se la verdad, llega el ginecólogo y me dice las temidas palabras: no hay latido. Mi mundo se empieza a derrumbar, me ingresan, llega mi marido, lloramos y avisamos a familiares directos.
Nos dicen que parto natural, que alguien de la familia tiene que verle y empieza la toma de decisiones: al parto entrare yo sola (la única decisión que tomé por mi misma y de la única que no me arrepiento), verle le verán mi madre y mi hermana, queremos autopsia para saber que ha pasado y renunciamos al cuerpo , que se haga cargo el hospital.
El 13 de julio a las 10:35 nacía Diego sin vida, según salía de mi cuerpo pensé: es tu hijo, como no le vas a ver y me entró miedo, mucho miedo…… no le vi.
La vuelta a casa fue dura, muy dura y no había pasado un día y yo ya me arrepentía de no haberle visto, cogido, besado, hablado y de no haberle enterrado.
Después de 2 ó 3meses voy a anatomía patológica y hablo con la médica que le hizo la autopsia y la pregunto si tiene fotos, me dice que no. Me voy desolada, mi pensamiento es que ya no le podré ver, mi última esperanza se pierde.
A los 6 meses me quedo embarazada de mi muñeca. En marzo de 2013 me llama la secretaria de obstetricia que tengo que ir a firmar un documento porque si no no le pueden enterrar. Mi esperanza vuelve, voy a firmar y me acompaña mi madre así que cuando llegamos a mi casa la digo que se vaya a su casa y llamo a la secretaria. La digo que si por favor le puedo ir a ver y me dice que lo va a preguntar, me llama al día siguiente y me dice que si pero que no tarde que hay que enterrarle. Voy a anatomía patológica y me encuentro con la médica de la autopsia y se lo digo, me dice que no sabe que eso tengo que hablar con el celador y en lo que esperamos que llegue me convence para que no le vea, me vuelve a entrar miedo, miedo a que me cause mucha impresión y pueda perder a mi hija.
Nació mi hija y a los tres meses volví al hospital a pedir mi historia clínica y preguntar de nuevo por las fotos, nada allí no había nada.
Pasan 6 años en los que todos los días me arrepentía de mis decisiones: no verle y no enterrarle, ¡es mi hijo! como pude hacerlo.
Julio 2019 pongo en Instagram un foto de mi tatuaje con el nombre de mis hijos y una frase dedicada a él. Al día siguiente me llama mi mejor amiga y me dice que cuando venga a la ciudad donde vivo me acompaña al cementerio y preguntamos. Yo sola no me atrevía a ir así que se lo agradecí mucho porque aunque fuera podía ir a visitarle al Osorio que era donde me imaginaba que estaría.
Noviembre 2019, le digo a mi amiga si puede llamar al cementerio, llama y la dicen que llame yo por la protección de datos. Llamo y me atiende una mujer súper encantadora ,la encargada del negociado del cementerio, que me dice que allí no está, la pregunto que si ella sabe que puede haber pasado y me dice que pregunte en el hospital. Voy a atención al paciente donde me dicen que tengo que hablar con el asesor jurídico pero no está, que no me preocupe que seguramente esté incinerado. Llamo al cementerio y la encargada me dice que eso no es posible que se llevan todos a enterrar, vuelvo a entrar al hospital y vuelvo a atención al paciente y digo que cuando puedo hablar con el asesor y me repiten que esta incinerado. Vuelvo a hablar con la encargada del cementerio y me dice que ha hablado con la funeraria que traslada los cuerpos del hospital al cementerio y la han dicho que seguramente esté allí aún porque tienen la cámara llena de cuerpos. Llamo a anatomía patológica y expongo mi caso, me toman datos y quedan en llamarme, a los dos días vuelvo a llamar y hablo con la supervisora, me dice que me va a ayudar pero que hable con un psicólogo porque no he superado mi duelo y me pone en contacto con la psicóloga de EN EL HUECO DE MI VIENTRE de mi ciudad. Quedo con ella y otra chica miembro de la asociación, las cuento mi historia y me dicen que cuente con ellas.
Diciembre 2019, mi marido sigue en la fase de negación y le cuento todo, pero él no quiere participar.
Registro una solicitud en el hospital donde pido que me dejen ver y enterrar a mi hijo. Me contestan vía telefónica en febrero de 2020 diciéndome que me puedo hacer cargo del cuerpo de mi hijo.
La encargada del negociado del cementerio, me cuenta que unos meses antes de llamar yo se la ocurrió preparar una sepultura para enterrar a todos los hijos no nacidos que si quiero le puedo enterrar ahí, me lo enseña y me encanta porque es el sitio donde pueden ir todas las mamas a visitar a sus hijos no nacidos. Quedo con ella que el martes 3 de marzo a las 12:30 le enterramos.
Decido contratar a la funeraria que me ayudó y S y S (las chicas de la asociación) me acompañan, hablamos con el encargado y le digo que quiero enterrarle el 3 de marzo. Le digo que quiero ver a mi hijo y me dice que no va a ser posible que sanidad no deja desprecintar el cuerpo, a él se los entregan precintados.
2 de marzo de 2020, S y S van al hospital, tienen allí contactos. Por la tarde me llama S y me dice que me van a dejar verle que lleve un gorrito y una manta, serán 5 minutos. Tengo que llamar a la funeraria para decirle que vaya a buscar a Diego a las 12. Por la noche me avisan que mi abuela está ingresada y no saben lo que durara.
3 de marzo de 2020, a las 7:00 me comunican que mi abuela ha fallecido, a las 9:00 llamo al encargado de la funeraria y le digo que me han dicho en el hospital que vaya a las 12:00. A las 9:45 me llama S y me dice que la ha llamado un contacto del hospital y le ha dicho que ya han ido a buscarle.
Mi cabeza empieza a dar vueltas, me empiezo a bloquear pero todavía puedo pensar: «A estas alturas no me puedo rendir tengo que seguir luchando».
Le digo a S si podemos quedar y quedamos nosotras dos y S. Ellas han hablado con Francisca una abogada de EL PARTO ES NUESTRO y me dicen que tengo que ir al juzgado a poner una denuncia.
A las 11:15 de la mañana fuimos al juzgado de guardia a poner la denuncia, la encargada del cementerio, hablando por teléfono me decía que me esperaban hasta las 12:45 más no podían y tendría que ser por la tarde.
A las 12:00 me dicen en el juzgado que van a mandar orden a la funeraria que me dejen ver el cuerpo y S, S y yo nos vamos a la funeraria a esperar que llegue la orden y porque allí estaban esperándome mi madre y mi hermana.
12:30 llega la orden y puedo ver a mi hijo. La idea era que mi madre y mi hermana le pusieran el gorro y el saquito y luego yo me acercara pero no pude esperar y me acerque cuando se lo estaban poniendo. El miedo me volvió a invadir pero no le hice caso y cuando le vi me sentí FELIZ, tranquila, en paz conmigo misma. Le cogí, le abrace, le bese… me dejaron sola, le volví a besar, le hable, le pedí perdón, le apreté contra mí, le hice fotos de cuerpo entero, de la cara, de la mano, del pie, me hicieron fotos con el…. Me despedí, lo más importante le dije hola y adiós, que le quiero y nunca le olvidaré.
16:00 Llegamos al cementerio S, S, mi madre, mi hermana y yo, a los 10 minutos llegó la funeraria entregaron el féretro al encargado del cementerio y fuimos a enterrarle. Me encantó la delicadeza y le mimo que lo hicieron todo.
La semana siguiente empezó esta situación extraordinaria para todos por la que no podemos salir de casa y todavía no he podido ir al cementerio pero estoy tranquila y feliz. Tengo una cosa muy clara: hay que luchar hasta el final por aquello que se persigue. En toda mi historia tengo muchas oportunidades y hay muchas coincidencias: nunca nadie había llamado al cementerio por un caso como el mío, pero la encargada pensó unos meses antes de llamar yo en todas esas madres que no nos despedimos de nuestros hijos para que tengamos un sitio donde ir a visitarlos y justo cuando yo enterré a mi hijo acababan de terminar la sepultura.
Tengo que agradecer a muchas personas la ayuda que me han prestado para poder conseguirlo porque aunque mi empeño ha sido una parte fundamental sin todos ellos no hubiera sido posible: la encargada del cementerio, S y S, Francisca, supervisora de anatomía patológica, las cofundadoras de la RED EN EL HUECO DE MI VIENTRE: psicóloga de Madrid, matrona de Santander, una abogada de Madres Libélula, una médico forense… y , por supuesto, varios profesionales del hospital donde todo sucedió. MUCHAS GRACIAS A TODOS, SIN VUESTRA AYUDA NO HUBIERA SIDO POSIBLE.